El usurero Sintram vive y respira por el dinero y, por esta misma razón, deshereda a su caritativo hijo Floridan. Amargado, Sintram entierra su fortuna en el bosque y esconde un testamento en un haya, dejando su patrimonio a quien lo encuentre. Este acto es el único trabajo físico duro que el viejo usurero ha realizado en su vida e, irónicamente, el agotamiento le mata. Mientras tanto, Floridan ha sido empleado en un aserradero cuando recibe la noticia de la muerte de su padre y de ha sido desheredado.