Miranda está loca, o al menos eso creen su marido, su maquilladora y el resto de los empleados de la cadena de televisión en la que Miranda ejerce de estrella en un show variadito que posee un nivel de audiencia lamentable. Miranda cree que su joven y atractivo marido tiene una amante, y se equivoca, Iñigo no la engaña con una mujer, Iñigo se tira todo lo que se mueve. El director de la cadena, un sinvergüenza mediocre y sin escrúpulos, es decir, todo un triunfador de nuestros tiempos, pretende añadir un poco de carnaza en el show de Miranda: una sección amarilla que espíe a los famosos y un concurso tipo usted que sabe hacer. Todo esto aumenta ligeramente la crisis nerviosa de Miranda que anda dando palizas a toda mujer viva, mayor de edad, que se acerque a su marido a menos de un metro.